Hace unos días, un consultor con el que colaboro en un proyecto me dijo:

- El concepto de visión está muerto.

La frase me sorprendió por su contundencia, y despertó en mí el recuerdo de situaciones con clientes cuyo problema más profundo era, precisamente, la desconexión o la inexistencia de una visión que les guiara.

Desde aquella conversación (“El concepto de visión está muerto”), he reflexionado mucho y he decidido abrir un espacio de investigación sobre estas tres líneas, sobre las que creo que hay una enorme confusión:

1. La mirada corta del concepto de visión.
2. El uso limitado de la visión.
3. La confusión entre visión y ambición de una organización.

Voy a intentar dibujar estas tres ideas y os invito a que me hagáis llegar vuestra opinión, para que podamos generar un debate alrededor de la frase “El concepto de visión está muerto”.

1. La mirada corta del concepto de visión

Muchas organizaciones establecen su visión usando esta definición, o una similar, que Jack Fleitman propone en su obra Negocios Exitosos (McGraw Hill, 2000): La visión es el camino al cual se dirige la empresa a largo plazo y sirve de rumbo y aliciente para orientar las decisiones estratégicas de crecimiento junto a las de competitividad.

Para mí, esta definición es limitada porque conduce a muchas organizaciones a definirse mirándose única y exclusivamente a ellas mismas en el futuro. Pero, por el contrario, no muestra, ni al mercado ni a sus propios integrantes, cuál es su propósito principal, su razón fundamental existencial, ni los valores que le guiarán para caminar hacia ese futuro. Como consecuencia, algunas organizaciones caen en el “todo vale” para alcanzar el futuro al que aspiran. Y ni tan siquiera se dan cuenta.

2. El uso limitado de la visión

Una visión no es un par de frases bonitas en la web corporativa. Al igual que los valores, que es la estructura sobre la que se construye la visión, la visión merece ser una entidad viva, que impregne cada decisión y cada acción de la compañía: ¿Cómo escogemos los objetivos que queremos alcanzar? ¿Qué estrategias de evolución implementamos en tiempos de crisis? ¿Cuáles son nuestras alianzas estratégicas? ¿Cómo nos relacionamos con nuestros clientes o con nuestros usuarios? ¿Cómo reconocemos el trabajo de los profesionales: sueldos, beneficios, procesos de evaluación del desempeño, etc.?

¿Cuántos de vosotros recordáis la definición de la visión de vuestra organización? ¿En qué acciones del día a día de la organización la veis reflejada?

3. La confusión entre visión y ambición de una compañía

Otra confusión que he detectado es la que se produce cuando el alma y el ego de una compañía están desequilibradas. Lo sé, suena raro. Alma. No, no voy a hablar de religión ni de teología, pero me apropio de este concepto para ilustrar lo que me he propuesto contar en este post.

Permitidme que enmarque esta afirmación en un modelo que encuentro personalmente muy efectivo y clarificador, el que propone Robert Dilts en su libro Visionary Leadership:

Del mismo modo que en la identidad de una persona podemos decir que conviven dos aspectos complementarios como el ego y el alma (entendida como esencia), en una compañía sirve mucho también identificar cuál es la contribución de cada uno de estos dos aspectos a un éxito sostenible y saludable.

¿Qué es el ego de una persona?

En una persona, podemos entender el ego como esa parte de la psique que media entre lo consciente y lo inconsciente, y es la responsable de testear la realidad y la sensación de identidad personal. Por tanto, vela por la preservación y el desarrollo de la sensación de ser una entidad separada de todo lo demás, que percibe la realidad desde una perspectiva individual.

Como tal, el ego está atento a los peligros y a las restricciones y busca conseguir ganancias (no siempre materiales) a corto plazo, y por eso tiende a desarrollar reacciones a las condiciones externas. Aprovecha, sobre todo, capacidades cognitivas como el análisis y la estrategia, y el propósito que la dirige está orientado a la supervivencia, al reconocimiento y a la ambición.

¿Qué es el alma de una persona?

Por otro lado, el alma de una persona la podemos entender como la energía o la esencia con la que venimos al mundo, y que viene al mundo a través de nosotros. Esa energía se expresa a través de nuestro cuerpo y de nuestras interacciones con los sistemas en los que nos desenvolvemos. Por tanto, más que un ser objetivado y separado, el alma es nuestra expresión como seres conectados.

Como tal, el alma está atenta a focalizarse en las oportunidades y en la expresión del crecimiento y por eso tiende a responder más proactivamente a las condiciones externas. Aprovecha las capacidades de gestión de la energía y de la inteligencia emocional, y el propósito que la dirige está orientado hacia nuestra visión de qué queremos crear en el mundo a través de nosotros y más allá de nosotros.

Claramente ambos aspectos son necesarios para una vida saludable y exitosa, también la de las organizaciones.

Quiero acabar este post con una propuesta: reflexionar sobre el ego y sobre el alma, y sobre cómo se relacionan con nuestras organizaciones.

¿Con qué relacionáis el ego y el alma de vuestra organización? 

En el próximo post, que publicaré muy pronto, compartiré mi reflexión.